La vida puede cambiar

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Kevin cuenta la historia de un querido amigo y hermano de la iglesia que falleció después de una larga vida de amor y servicio.

En el funeral, sus hijos se levantaron uno a uno para contar historias sobre su padre, y pronto nos dimos cuenta de un tema recurrente: que su rasgo más notable era su disposición de servir a otros, sin importar la necesidad. Él era una de esas personas que siempre estaba dispuesta a tender una mano: hacer mandados y trabajillos, o llevar a alguien a casa en su auto. Una de sus hijas mencionó que a todo lugar que iba, siempre llevaba en su maletero del auto una caja de herramientas y ropa de trabajo, por si acaso alguien necesitaba que le arreglara algo.

Muy a menudo, cuando escuchamos la palabra valor, la asociamos a actos heroicos en tiempos de crisis. Sin embargo, en nuestra vida diaria, no debiéramos pasar por alto el valor de solo estar allí.

Las vidas cambian cuando le proveemos con fidelidad a nuestras familias, cuidamos los ancianos o prestamos atención a un amigo atribulado. La persistencia en hacer de este mundo un lugar mejor, para nosotros otros, es sin duda una forma de valor.

A Albert Schweitzer, el gran misionero cristiano, médico y teólogo, le pidieron un vez durante una entrevista que mencionara el nombre de la persona viva más importante. De inmediato contestó: La persona más extraordinaria en el mundo es un individuo desconocido que en este mismo momento se fue en amor para ayudar a otro.

Cuando te encaminas al trabajo hoy, recuerda que tú te podrías convertir en el héroe de alguien.

La mayor obra que cualquiera de nosotros puede hacer por otro, ya sea anciano o joven, es enseñarle a sacar su agua de los manantiales de Dios. F.B. Meyer

3 Juan 5
Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos.

» Yo estoy a la Puerta
Lunes 12 de Mayo de 2008
Reflexiones - Yo estoy a la Puerta
Un hombre había pintado un lindo cuadro. El día de la presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor, reconocido artista. Llegado el momento, se tiró el paño que velaba el cuadro. Hubo un caluroso aplauso.

Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si adentro de la casa alguien le respondía.

Todos admiraban aquella preciosa obra de arte. Un observador muy curioso, encontró una falla en el cuadro. La puerta no tenía cerradura.
Y fue a preguntar al artista:
_»¡Su puerta no tiene cerradura! ¿Cómo se hace para abrirla?».

El pintor tomó su Biblia, buscó un versículo y le pidió al observador que lo leyera:
Apocalipsis 3, 20:
«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.»
_»Así es», respondió el pintor. «Ésta es la puerta del corazón del hombre. Solo se abre por dentro.»

Abramos nuestro corazón al amor, a DIOS.

Cambiemos, aun estamos a tiempo.


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